#entropía | transdiciplinas | Galo Sánchez-Casado
«Toda transformación de un sistema termodinámico se efectúa con el aumento del desorden global incluyendo el desorden del sistema y el desorden del medio exterior. Decimos que se crea entropía, porque la función de la entropía: es medir el desorden».
Sadi Carnot (1824)
Se podrían escribir miles de páginas sobre la entropía. Tanto sobre lo que existe como sobre las teorías que se están considerando a raíz de las nuevas ideas que, a partir de una mayor comprensión de su funcionamiento, adquiere nuestro conocimiento. Más adelante veremos cómo científicos españoles y argentinos, han hecho incursiones en el campo de la medición poblacional.
Si observamos la máxima de Carnot, vemos que entropía, que viene del griego entropo y significa cambio, se basa en la termodinámica. Inicialmente se aplicó al campo de la mecánica pero pronto se incluyó en el estudio de la ingeniería, de las ciencias exactas, en procesos industriales, alimentación, creación de polímeros y biotecnología. La idea de entropía no sólo se aplica en el campo de la física, sino también en otras áreas y disciplinas, como la teoría de la información, las comunicaciones, la inteligencia artificial y en campos tan diferentes como la religión o el mundo espiritual.
Partimos del hecho de que el principio de la termodinámica ha sido objeto de múltiples generalizaciones y formulaciones, pero siempre aplicada a sistemas cerrados para establecer la irreversibilidad de los fenómenos físicos. Cuando la transformación durante los intercambios térmicos es reversible, entonces, la creación de entropía es nula.
Henri Bergson en su obra Les deux sources de la morale et de la religion, analizando los distintos sistemas que utilizan las sociedades, llega a la conclusión de que unas son «cerradas» y otras son «abiertas». Las primeras son las que hacen un replegamiento sobre sí mismas encubriendo el significado de autoritarismo y espíritu de guerra, bajo las necesidades de cohesión, jerarquía y autoridad absoluta. Es un regreso a un tipo de sociedad «primitivo». Por lo tanto, las sociedades civilizadas también pueden convertirse en sociedades cerradas y por tanto estarían sujetas a los principios de la termodinámica. En consecuencia, irían hacía el desorden y la disolución.
De hecho, estamos viendo como nuestra sociedad actual, igual que las primitivas, tienen un afán de conquista que las lleva a mantener guerras esenciales o accidentales, estas sociedades cerradas tienen un oscuro futuro y ya Bergson, en 1932, afirmaba en su obra: «Al ritmo de la ciencia, el día se acerca donde uno de los adversarios, poseedor de un secreto que mantuvo en reserva, tendrá los medios para suprimir al otro».1
Podríamos considerar a la termodinámica como la ciencia del sentido común, posiblemente no sea tan elegante como otras pero, ilumina nuestra vida cotidiana.
En muchos casos, ésta entropía relacionada con la termodinámica participa de una forma directa en la ruptura de ese supremacismo científico que siempre quiere tener la verdad en contra del sentido común. Es cierto, que no siempre la ciencia lucha contra el sentido común. En este caso podríamos considerar a la termodinámica como la ciencia del sentido común, posiblemente no sea tan elegante como otras pero, ilumina nuestra vida cotidiana.
Es evidente que un político de hoy en día, con una visión digamos moderna, nos dirá que el progreso del conocimiento permitirá el progreso del hombre. Esto sólo nos demuestra que la mentalidad de nuestros contemporáneos, ya sean políticos o científicos, es de una persona desfasada. Nos quieren hacer creer que el progreso es crecimiento, crecimiento y más crecimiento, algo estéril debido a lo cual estamos condenados individualmente y planetariamente.
Es cierto que muchos jóvenes lo ven de forma diferente, que el fervor materialista que alienta nuestro paradigma político se está agrietando. Que, cada vez más, se evidencia la paradoja de que la clase política está desconectada de la realidad. El mundo está cambiando y nuestra forma de pensar también, pero aún se ignora. En gran medida, es la mejor manera de luchar contra el fervor materialista en nombre de un paradigma cognitivo que alimenta una postura política. No se trata de crear un mundo perfecto, se trata simplemente de permitir que exista uno con el caos, el desorden y la incertidumbre necesaria para su perpetuación, es decir, con su propia entropía.
Si creyésemos en la creación de un paraíso, como decían los religiosos, veríamos que hoy día la misma ciencia demuestra que sería imposible su existencia. Siempre ha habido y habrá un sistema de no equilibrio, porque existe un componente innato en su propia dinámica que va desde el individuo hasta el propio ecosistema que impone ignorancia, aleatoriedad, desorden y desenfoque. A todo esto, que es consustancial con nuestro hábitat, los biosociólogos lo asocian con la entropía.
De hecho, esta entropía termina condenado los sistemas de no equilibrio a su fin, lo que no deja de ser un hecho paradójico. Aunque al mismo tiempo les permite explorar nuevas configuraciones y garantizarles su durabilidad. Por poner un ejemplo: si en nuestro mundo utilizáramos el oxígeno en exceso lo destruiríamos, en cambio, bien regulado garantizamos su supervivencia.
En ese sentido el Big Bang nos da un ejemplo: Aún no ha terminado, todavía sigue generándose. El universo se está expandiendo, se está enfriando y dando paso a la entropía, creando complejidad a medida que lo hace. Esa complejidad cobra vida en nosotros y en todos los demás seres, conscientes o no, que comparten nuestro planeta.
Todos somos el Big Bang en el lugar que conocemos como «aquí y ahora».
Para decirlo de una manera más sucinta, todos somos el Big Bang en el lugar que conocemos como «aquí y ahora». Está sucediendo en todas partes, donde quieras que estés. Porque todos somos una sola cosa que forma todo el Universo.
Sin embargo, la ciencia del paradigma clásico siempre ha liderado una ambición teo-teleológica que se identifica por su conocimiento incuestionable de que el mundo perfecto es el paraíso. Cualquier otro pensamiento debe ser ignorado, ya que socava este punto de vista. Desde su invención, el segundo principio de la termodinámica no ha sido desmentido y, sin embargo, siempre han existido los ataques desde algunos ámbitos científicos ligados a movimientos religiosos.
Podemos decir, sin lugar a dudas, que los postulados de la física de Carnot especialmente el segundo principio de la termodinámica, no están en contradicción con los hechos socio-religiosos. Vamos a ver a continuación en qué medida éste principio físico, según la teoría de la religión de Bergson, tiene un papel fundamental en la concepción y comprensión que los místicos tienen de la naturaleza misma de Dios.
En última instancia un místico, a diferencia de un sacerdote, te hablará del Monismo que es lo mismo que decir que una unidad se puede atribuir a todas las personas, lugares o eventos. Es decir, te dirá que todos somos «una cosa» y que «una cosa» es todo el Universo, ya que sólo existe una única fuente, desde el principio de los tiempos, de la que provienen todos ellos.
El espíritu y la materia son dos polaridades de una misma cosa, es similar a los polos de un imán de barra, que tiene un norte y un sur. No existe el magnetismo sin polaridad, de la misma forma que no puede existir espíritu sin materia, dependen el uno del otro. Un mundo material sin espíritu no podría ser soportado y un universo puramente espiritual no tendría nada que soportar.
Todo lo que es espiritual y todo lo que es material se puede entender, en cierto sentido, como consciente. Toda la vida es conciencia y, desde un punto de vista metabiológico, se extiende a los puntos de vista tanto físico como biológico. Podríamos decir que la conciencia se extiende así de las bacterias al hombre.
La interacción existente entre el observador y el observado, entre la materia y espíritu, eso es la vida. Bergson decía que la vida «… aparece como una corriente que va de germen en germen a través de un organismo desarrollado».2 «Ahora, cuanto más fijamos nuestra atención en esta continuidad de la vida, más vemos que la evolución orgánica se acerca a la conciencia, donde el pasado presiona contra el presente y hace emerger una nueva forma, inconmensurable con sus antecedentes».3
El origen de la globalización actual se sostiene, entre otras cosas, gracias al fervor materialista que desde el siglo XX, es alimentado por la ciencia moderna, nacida hace cinco siglos. Sin embargo, el indeterminismo metafísico que conlleva esa misma ciencia moderna, debilita el fervor materia-lista y anima a su componente noosférico, según el concepto de Teilhard de Chardin.4 Llegado a este punto debemos preguntarnos, ¿el cosmopolita mundialismo económico y tecnológico colapsará y dará paso a otras perspectivas políticas, debido a la propia entropía social? Por qué formulo la pregunta anterior, sencillamente, porque a través de la entropía se agrega una dimensión interesante para el filósofo: la irreductible ignorancia. Porque al igual que en la física cuántica hay que pagar un precio. De hecho, la fluctuación termodinámica generada por el componente entrópico, de los sistemas termodinámicos de no equilibrio, no es elegible para la física determinista.
Lo que estamos viendo en el mundo actual es que se intenta organizar el proceso. De tal forma, que los países modifican a propósito su organización interna en busca de un último intento de modificar la entropía. A partir de la observación del proceso evolutivo, los dirigentes de las sociedades modernas han modificado el principio de conducción y el principio de organización, pero no han sido capaces, aún, de cambiar la aplicación consciente que se produce de forma natural entre las células primordiales del individuo.
Lo que sí han observado es que una entropía más baja representa una calidad más alta. Por lo tanto, su solución es un proceso que reduzca la entropía y pretenden hacerlo generando conceptos más básicos, que generalmente sean entendidos, a nivel universal, a través de una información condicionada.
Los místicos dirían que el Universo está impulsado por el Amor, que todas las cosas, lugares y personas surgen de la Causa Primera y que ella es el cambio amoroso.
Científicos españoles y argen-tinos han investigado la forma en que nos agrupamos las personas a gran escala para ver si hay alguna ley o patrón que explique cómo lo hacemos, y lo han encontrado: el principio de máxima entropía. Al menos así ocurre en la distribución por provincias de la población española. Alberto Hernando, investigador de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza) decía:
“Hemos comprobado que dadas las características de una provincia –que concretamos en un valor denominado ‘q’–, la distribución de su población a lo largo del tiempo no va a producirse de cualquier manera, sino de una forma determinada que se ajusta al principio de máxima entropía”.5
Como vemos, con ecuaciones apropiadas, la entropía asociada a los cambios, es calculable. Es una entropía que se basa en la estadística aplicada a nuestra realidad física a través de la información, en este caso, está ejerciendo de medida probabilística de incertidumbre contenida en algún conjunto de datos de interés. En este caso, la entropía calculada es muy alta.
Si por el contrario, el conjunto de datos es muy conocido y la probabilidad de ciertos patrones es más conocida aún, en este otro caso, la entropía calculada será menor. Es por ello que, si existiese un mayor grado de comprensión y comunicación entre los seres inteligentes, fomentaríamos una mejor empatía. Los místicos dirían, en este caso, que el Universo está impulsado por el Amor, que todas las cosas, lugares y personas surgen de la Causa Primera y que ella es el cambio amoroso.
Los materialistas dirán que no existe el amor, que no existe una Causa que genere el amor y que la sensación de amor se debe exclusivamente a una producción química del cerebro, que nos la transmite como una mera casualidad evolutiva. Pero existen el amor y la ausencia de amor. Solo hay bien y la ausencia de bien.
1 Henri Bergson, Las dos fuentes de la moral y de la religión, Altaya, Barcelona, 1999.
2 Ibid
3 Ibid.
4 Para Teilhard de Chardin, la evolución tiene 3 fases o etapas: la geosfera (o evolución geológica), la biosfera (o evolución biológica) y la noosfera (o evolución de la conciencia universal).
5 A. Hernando, R. Hernando, A. Plastino, A. R. Plastino. The workings of the maximum entropy principle in collective human behavior. Journal of the Royal Society Interface (2013). DOI:10.1098/rsif.2012.0758.

Galo Sánchez-Casado, ha sido director de la revista Zenit por más de una década y editor de la revista Latomia.
Colabora con las revistas Cultura M. y Libre Pensamiento.
Autor de los libros Los Altos grados de la Masonería, El Templo de Salomón, El Manuscrito Francken y de las obras colectivas Reflexiones masónicas sobre la educación, Un mundo mejor es posible y necesario, así como, Reflexiones sobre la ética. Ha prologado y traducido a Reghini y a Arthur E. Waite para la editorial Obelisco.