Libros que nos gustan

Summa Baiulus

Carlos Piegari
Editorial ConTexto (2021)

Summa de lo imprevisto

Por Café Azar

Si fuera un conjunto de cosas que reúnen un saber, una realidad, en este caso las realidades son varias, y el conjunto se adivina en la intersección.  La suma, tampoco es totalidad, es una red que se piensa en términos de conjunciones y escapa – rebelde- al carácter homogeneizador de las conexiones. En tiempos de expansión de lo mismo (cuyo dios responde al nombre de algoritmo), Carlos Piegari va relacionando historias, personajes y temporalidades en otro objeto literario no identificado. O mejor, que niega su identidad a los policías de los géneros.

Un fantasma recorre el mundo. No es un espectro de ideas solidarias – con cierta tendencia al relato único y evolucionista – que atentan contra la propiedad privada y el crecimiento de las naciones. Es un rumor, un sonido, una reverberación de memorias y amnesias que surge del roce, ya no de la bambula (aunque también podría ser), sino del movimiento que – en el mundo natural – producen las intersecciones y sustituciones.

Un baúl, una caja negra, que contiene las memorias y las historias de personajes y situaciones que en permanente tornaviaje atraviesan la Summa Baiulus de Carlos Piegari. Apenas empezado el libro fue que me encontré con esa palabra: Tornaviaje. Busqué (en Google, sino donde) su significado y algún origen del término. Dos acepciones surgen de inmediato. Una: volver de un viaje. Dos: objeto que se trae al volver de un viaje. El origen, los relatos del origen traen los nombres de Miguel López de Legazpi y Andrés de Urdaneta y la ruta del Galeón de Manila. Por esa ruta se traficaban las mercancías que llegaban desde Filipinas a Europa. Una ruta de regreso con objetos para el mercado europeo.

En 1934, Cole Porter (el compositor, no el contrabandista de arte) escuchó una polka lenta, escuchó que los nativos la llamaban Beguine y, así compuso Beguine to beguine. La mercancía, en este caso, fue una canción. Una canción que hablaba del género en su título (nada que ver con Volver a empezar de Julio, claro). Cómo escribe Carlos: “Los saqueos, las extorsiones y los rescates obligaron a las cosas a viajar. El robo es una transferencia involuntaria de algo que se llama de tal o cual manera y va de aquí para allá.” No sólo se trata del tránsito de cosas, también de ritmos, sonoridades. Una mercancía, no necesariamente es una cosa. Y eso lo sabe tanto Cole Porter (retornando con el corset de Frida Kahlo) como Kolo de Portella y las falsas placas de madera del oriente antiguo.

Operando a lo Macedonio o Jorge Luis (Dargelos y Bowie también lo hacen) hay un libro, un estudio, un ensayo que articula (en fragmentos) la Summa Baiulus. Se trata de la obra de Ubaldo Grassi-Shoutters “El poder de las intersecciones y sustituciones. La memoria gravitatoria del espanto.” Carlos Piegari desarrolló esta idea en artículo publicado en la revista Tusitala en abril de 2020.

“Los sujetos y objetos en tránsito perpetuo emulan ser señales electromagnéticas con dos ejes, uno horizontal: tiempo y otro vertical reconocido como frecuencia. La confluencia de ambos podríamos considerarla una onda. El eje horizontal avanza en el espacio creando Historia y el vertical oscila y tiembla generando, con una misma periodicidad, vibraciones graves y agudas, paisajes acústicos, Espacio.

Historia y espacio. Particularmente agregaría que estamos de hablando de diacronía y sincronía, de metonimia y metáfora. Es decir, figuras retóricas que conforman la estructura de la lengua y de un texto. La sustitución opera en el mismo campo semántico mientras que la intersección combina planos y campos. Se devela así el mecanismo narrativo que ordena la Summa Baiulus. Estructura de todo texto, vale decir. Injustamente olvidado – o incómodamente escondido en los ámbitos académicos de las ciencias sociales en la actualidad – Claude Lévi-Strauss se hizo una panzada teórica conceptual con la encrucijada de tiempo y espacio, metáfora y metonimia. De la lengua y las temporalidades.

Sin embargo, cuando uno va leyendo sus páginas se encuentra que lo que cuenta Carlos Piegari va encadenando, en un despliegue narrativo de apariencia caótico estas intersecciones y sustituciones. Nombres propios, personajes de ficción, situaciones paradójicas van delineando la perspectiva rizomática del artefacto.

Lo imprevisto (de las intersecciones y sustituciones), en Summa Baiulus,  tiene que ver con la obra de compositores de alta productividad melódica. Cole Porter (el contrabandista de arte, no el compositor) canturrea una canción (Kolo de Portella, en principio  silbaba). La canción fue compuesta por Paul MacCartney, aunque estuvo firmada por Lennon y MacCartney. John, George y Ringo les parecía una canción horrible, sin embargo Paul insistió y terminó en el tercer lugar del lado A de Abbey Road (entre Something de Harrison y Oh! Darling del mismo MacCartney). Maxwell’s Silver Hammer es una canción que combina una amable melodía pop con una historia sangrienta y amarga. Lo imprevisto puede ser un tipo (llamado Maxwell) con un martillo de plata que destroza cabezas porque si, de la nada. Así se manifiesta lo impensado, aquello indecible. Metáfora brillante sobre los cambios de dirección que – sorpresivamente – toman ciertas situaciones. El fuego (“lo que fuerte golpea” según interpretó Teodora Justiniana) voraz y vertiginoso que quema las falsas tablas de oriente y un boliche de rock con nombre que refiere a los primeros humanos modernos. El martillo de plata que cae sobre nos. El fuego en Summa Baiulus es como la lluvia en la cinematografía de Kurosawa.

Para finalizar una historia más, que bien podría haber estado en la Summa Baiulus. Bob Dylan, en una entrevista allá por el año 2012, le muestra al periodista de la Rolling Stones, un libro escrito por Keith y Kent Zimmeman sobre Los Ángeles del Infierno. Aquellos motoqueros que formaron parte de la cultura rock de los sesenta y que se cargaron un tipo el show de los Rolling Stones. En el libro – leído en voz alta por el periodista – se contaba lo siguiente. En el año 1964, Bobby Zimmerman, uno de los líderes de Los ángeles del infierno volvía – adelante y a la izquierda de la formación (como siempre) – del viaje a Bass Lake. El caño de escape de su moto se desprendió y cuando quiso recuperarlo, dando una vuelta de 180 grados, Jack Egan que venía desde atrás arremetió contra Bob que perdió la vida en ese instante. Dos años después, Bob Dylan tuvo un misterioso percance con su moto que lo sacó dos años de los escenarios. Después de la lectura, Dylan definió estos hechos como un fenómeno de transfiguración. “La transfiguración es lo que te permite escapar del caos y sobrevolarlo.” Dijo. Agregó sobre las referencias cruzadas: la repetición del apellido Zimmerman: los autores del libro sobre los Hell’s Angels, motoquero muerto y el propio Bob; la moto; el siniestro. En fin.  Si bien las fechas no coinciden, el relato se instala contundente (y con evasivas) ante el periodista que no logra articular lo que está escuchando. Una sustitución más inscripta en el baúl del torna viaje.

Siguiendo con Dylan, Todd Haynes estrena en 2007: I’m Not There. En el afiche se ve una silueta del premio nobel de literatura y – sobreimpreso – el nombre de las actrices y actores que participan de la película. Al final de la lista, se lee: “todos son Bob Dylan”. Cada interpretación es un Bob Dylan distinto. Todas ellas configuran el personaje construido, además, por múltiples miradas.

Escribe Piegari:

“- La presencia es el instante – respondí – un momento, una suma de ahoras, dialéctica del eterno presente, paralelismo de todas las cosas y seres que fueron ayer, existen hoy y se acercarán mañana.”

Imagino un afiche con una silueta de barba, anteojos y melena (algo rala), los nombres de los personajes de Summa Baiulus sobreimpresos en la silueta y – debajo – un texto que diga: Todos son…

Café Azar.

Biobibliografía del reseñador:
Café Azar: Licenciado en Antropología Social recibido en la Universidad Nacional de Misiones. Pertenezco, por causas y azares, a la fauna radial. Animal de radio como conductor y oyente. Suelo transitar en imágenes y escrituras los enrevesados – y a veces contradictorios – caminos de la música, la literatura y el arte popular. No dejo de pensar – a la manera Neil Young – en que es mejor quemarse, que apagarse y que siempre hay más en la imagen de lo que se ve a simple vista. Estoy convencido que el arte es inefable, moviliza y transforma.

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