DAU, the film project

#entropía | transdiciplinas | Catarina Soveral

¿Y si la Unión Soviética no estuviera siempre condenada al fracaso?

Imaginemos una recreación de la Unión Soviética en pleno siglo XXI. Un sistema encerrado en sí mismo, con una frontera y ex guardias de la KGB protegiendo un instituto secreto en donde se ejecutan, de forma no ortodoxa, experimentos obscuros que van desde el bucle de la gravedad cuántica, a lo más recóndito de la psique humana. Este desvarío quimérico que se entrelaza entre el absurdo y la genialidad, es el proyecto cinematográfico de Ilya Khrzhanovsky, un oligarca ruso que creó en las afueras de Ucrania una mini ciudad soviética con más de 400 ciudadanos – dispuestos a entregar al director 3 años de sus anónimas vidas a cambio de valiosos rublos y un personaje-  de todos los origines y clases sociales, a los que tendrían que seguir escrupulosamente.

Un auténtico Truman show soviético lo llamó un periodista de The Guardian, uno de los pocos privilegiados en entrar al set. En los estudios de Londres, 700 horas en 35mm de vídeo se editaron paulatinamente, al ritmo minucioso de los vagones soviéticos que otrora encadenaban una civilización. Durante 3 años se filmaron ininterrumpidamente las labores cotidianas de esas 400 personas que, en un despliegue orwelliano, vivían, comían y se metamorfoseaban en el tiempo y espacio, escamoteando la frontera entre un papel asignado y la absurda nueva realidad en que se encontraban.

Más que el portento, quizás genial, de la propuesta artística -tendremos que esperar la megalómana conclusión de 7 largometrajes, una serie y 4 documentales-, me quedo con la narrativa inagotable que este experimento, más antropológico que cinemático, conlleva.  

A pesar de la innegable presunción que supone recrear un escenario de 400 figurantes y ponerlos a trabajar para ti durante 3 años, interpretando un rol en una sociedad cuyo régimen es considerado uno de los más sanguinarios de la historia, la idea de gastarse trillones de dólares para reproducir una copia entrópica y ficcionada de la unión soviética no deja de abrumarme. 

La reproducción minuciosa de un régimen, que a pesar de déspota se afirmó cómo un arquetipo ideal para la humanidad, aspirando al perfeccionamiento de una orden económica social y estética; funciona casi como un meta lenguaje en el que recreamos la sublimación de un sistema a partir del fracaso o extinción del mismo. 

Pese a la frivolidad fetichista, o de un intento satírico desbocado que solo la oligarquía rusa está dispuesta a embarcar al ‘modo ruleta rusa’, me pregunto si parte de esa perversidad no surgió en busca, precisamente, de una posible redención o de otro lugar en la historia, que le permita ser reversionado o repensado. 

Hagamos un experimento especulativo como si de un video juego se tratara: ¿En cien intentos estará la Unión Soviética, en todo su esplendor ideológico, cien veces condenada al fracaso? Confieso que la pregunta me resulta atrayente. Sobre todo si lo pensamos dentro del punto de vista entrópico: Pues al final ¿qué busca Khrzhanovsky? Emularla, idealizarla, dejarla transcurrir 1092 días al ocaso y someterse a la contingencia inevitable de los eventos? Eso lo pensé hasta leer que al final, sí, había un guion. Lo que inevitablemente torna todo aún más divertido. Al final DAU, the Film Project es un biopic del físico soviético Lev Lendau, ganador de un nobel en 1962 por sus contribuciones en los campos de la física teórica y que inspiró la creación del Institute, un laboratorio secreto de experimentos obscuros, donde se centra gran parte de la trama. Lendau, un genio con unas convicciones morales atípicas para la época, como la obsesión de la idea del free love y sus múltiples experimentaciones; ofrecen un preámbulo inquietante sobre el posible desarrollo de la trama. 

Escrita por el guionista posmoderno Vladimir Sorokin, la narrativa se auto proponía discernir sobre la intrincada paradoja que es la condición humana, explorando temas como el deseo, la traición o el poder, sin nunca dejar de lado su afán profundamente académico y experimental. Con participaciones de preeminentes físicos, matemáticos  e importantes figuras de las artes plásticas como Marina Abromovic, la confluencia de aportaciones sugería ya un happening continuo y una recreación inquebrantable entre realidad y ficción. 

No obstante, la coexistencia de diversos universos narrativos, característicos del aprisionamiento a que estaban sujetos los 400 actores, transformó el mismo transcurrir del guion y ocasionó la pérdida de control por parte d Khrzhanovsky hacia sus marionetas. Hartos del personaje que estaban obligados a desempeñar por contrato, los actores salían constantemente de guion, reivindicándose a través de la metamorfosis de sus alter-egos, encabezados en nuevos personajes, y disimulando quién es quién en este juego de alteridades con deseos y voluntades propias. 

El set se volvió una distopía de enredos paralelos, un poco como Synecdoche New York, pero en este caso el constante delirio no es la proyección de Kaufmann maravillosamente interpretada por Philipp Seymour Hoffman, sino escabrosamente real, y con múltiples interlocutores. El dato quizás más acojonante, es que 16 niños fueran inadvertidamente concebidos y nacieran sin pedir permiso en el set. 

Nos podemos preguntar si, al igual que bajo la dirección de Stalin, su tiranía fue trasplantada por sus súbditos o si al final todo hacia parte de un plan intencional, en el que se demuestre la irreversibilidad de un sistema totalitario cuyo desenlace, invariablemente, culmina en su destrucción. Sabemos que tal como fue edificado, el set fue también mandado destruir por neo nazis contratados para que exterminaran (ficticiamente) toda la población, en una especie de alegoría catártica y sin dejar rastro de lo que ocurrió ahí.  

Dau, The Film Project, estuvo en postproducción durante 10 años. Hizo un plantón a Cannes en el 2018, pero tuvo su lugar de honor en una mega exposición inmersiva en Paris en el teatro del Chalet y el Centro Pompidou el pasado 2019. Las controversias fueron, sin sorpresa, brutales. Estaba anunciado que volverían a presentarla en Londres, para lo cual era necesario inscribirse a través de su extraña web, solicitando un visado (el permiso de entrada es riguroso e imperativo) para una fecha y lugar, simbólicamente, aún en definición. Finalmente, ahora sabemos que el proyecto verá la luz de manera oficial en el próximo Festival Internacional de Cine de Berlín, Berlinale 2020.

Catarina Soveral
Portuguesa, aunque radicada en Barcelona desde hace una década. Su alma mater procede de la filosofía con no inusitadas incursiones en la antropología y sociologia política. Otrora poeta y contadora de historias. Hoy, lectora ávida del mundo, a pesar el oscurantismo con que lo mira.


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