Tú dices blancas

Por Héctor Gómez

Tú dices blancas.

Yo digo negras.

Tú dices rubato.

Yo digo glissando.

Tú dices staccato.

Yo digo ostinato.

Tú dices que no hay recurso pedagógico que salve a este aspirante a músico.

Yo digo que nadie tiene bastante paciencia y empatía como para llevar esto a buen puerto.

Tú dices que no tenías tiempo, ni ganas, de seguir aprendiendo.

Yo digo que prefiero escuchar a otro sacarle la máxima expresión a una flauta, antes que sufrirme a mí mismo durante horas, intentando comprenderla.

El equilibrio de las cosas depende siempre de cuántos elementos intervienen y del peso específico de cada uno.

Tres.

El triángulo es, a simple vista, lo más equilibrado que a uno se le ocurre; tres lados, tres caras, un juego de contrapesos limpio y armonioso. Con swing.

Aunque, pensándolo bien, es probable que muchas sillas y la mayoría de las mesas agradezcan un cuarto lado con su cuarta pata.

             Como lo haría un gato.

Cuatro. Más colores, más matices, más voces.

Y más bocas que alimentar, más egos que satisfacer y más terreno que ceder y compartir.

Dos. Que cada uno coja la cuerda por un extremo, y a tirar con todas sus fuerzas. Que la cuerda esté siempre tensa, firme…pero sin romperla. Y, ¿sabes? No es nada fácil. La cuerda cuando está más recta es en el instante justo antes de romperse. La vela da más luz justo antes de apagarse.

Hay que avivar las brasas sin hacer llama, sin quemarse.

La vida es redonda y a la vez impar. Porque las melodías que mejor se recuerdan son las que dejan aire libre para respirar. Porque hasta la mejor orquesta, sin un buen director, no da más que palos de ciego.

Porque tres más cuatro más dos no da…

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Pero sí.

Para M, R y M.

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