Por: Fabiola Eme
Portada:
El verano termina, los días cambian, y aunque ha pasado otro mes, otro agosto, otro año; sentimos que nos encontramos exactamente en el mismo sitio. Pensamos en el mañana, en el ahora, en el ayer. Echamos de menos lo que hemos dejado atrás, esperamos lo que viene. A veces nos detenemos un instante para observar lo que sucede en el ahora. AHORA. Pero, estamos confundidos. El tiempo no es más que la persecución del ahora, del momento único, del instante imperecedero. Una cosa tan sutil y efímera como lo es una nube expandiéndose en el cielo, a punto de precipitarse sobre todos, a punto de multiplicarse en forma de granizo o de lluvia o de niebla. A punto de hacerte saber que absolutamente todo es pasajero. Un engaño de la mente, de la memoria, del entendimiento. ¿No será que el tiempo no es más que la presencia del recuerdo? La imagen casi nítida de aquello que nos sucedió, del material del que estamos hechos.